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REMES

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Red mundial de escritores en español

miércoles, 6 de octubre de 2010

Una Erasmus para Laura - Capítulo 2



La residencia no estaba nada mal, por lo menos el aspecto que tenía desde fuera. Era uno de esos edificios victorianos enormes de cuatro pisos, pintado de rojo y con ventanales blancos, con un porche en semicírculo al que daban paso cuatro escalones de piedra presididos por unos enormes macetones en forma de copa hechos del mismo material, pero que no contenían planta alguna.  
―No sé por qué, pero me había imaginado esto de la misma manera que es ―le comentó Laura a su hermana, mientras se agachaba para asomarse por una ventanilla para verla mejor.
―Me recuerda a la de la serie “El internado” ―le dijo Carmen un poco inquieta―. Es un poco apagada y lúgubre, ¿no?
―Mientras las camas sean blandas y la comida buena, ¿qué más da? No dejes fantasear a tu mente, que te conozco, ya mismo estarás viendo espectros salir del armario y esqueletos en el sótano, al cual no pienso bajar ni amarrada.
―¿Por qué me recuerdas esas cosas?
―¿Yo? ―se quejó asombrada―. Te recuerdo que has sido tú quien ha dicho que la casa es apagada y lúgubre.
―¿De veras esperas encontrar buena comida aquí?
― ¡Claro que sí! Lo que no espero encontrar son cadáveres en los sótanos ni fantasmas en las buhardillas… Para eso te tengo a ti, que los ves por todos los sitios ―bromeó volviéndose para mirarla―. Los ingleses viven en esta isla desde hace siglos y todos están vivos y saludables… Digo yo que será por lo que comen. De cualquier forma, si no me gusta lo que pongan, siempre está la opción del McDonald’s ―concluyó Laura resolutiva caminando entre los asientos del minibús siguiendo la cola para apearse.
La calle estaba inclinada formando una considerable cuesta y el minibús, que las había recogido a su llegada al aeropuerto y conducido directamente allí, tras un viaje de más de cuarenta minutos atravesando barrios, barrios y más barrios, se detuvo estacionándose  subido parcialmente en la acera para no entorpecer el tráfico.  Aunque Cholmeley Park no era una de las calles que demostrasen el concurrido jaleo y la estresante bulla de la ciudad. Era todo lo contrario, tranquila y apacible donde se podía oír el canto de los pájaros sin esforzarse demasiado. No parecía una calle muy transitada, pues Laura, cuando bajó del vehículo, echó un vistazo a su alrededor y sólo vio unas casas particulares, mucha vegetación y algunos coches estacionados al borde de la acera. Con su bolsa de viaje, una enorme cartera y su maletín de mano, seguida de su hermana, se dirigió a la entrada de la casa, pero el resto de las chicas se habían apiñado ante la cancela y como una bandada de gallinas ruidosas estaban entrando en tropel en ese momento. Eso le dio a ella unos segundos para fijarse en todo lo que la rodeaba.  La tapia que separaba el terreno de la residencia Highgate de la calle estaba hecha de ladrillo rojo y los líquenes habían crecido sobre ella y se apreciaba deslucida y renegrida. La reja de la entrada formaba un arco bajo un pequeño frontón   neoclásico cubierto por las hojas de un árbol que no reconoció. La reja no tenía nada en particular; simplemente era de hierro y estaba pintada de negro. Una vez dentro del jardín que precedía a la casa, las rosas y los setos bien cuidados las sorprendieron favorablemente. Igual que los tres altísimos eucaliptus que dejaban caer sus grandes ramas plenas de elegante follaje, llenándolo todo de un intenso verdor y un olor inconfundible. El césped bien cuidado ya daba a entender que, lo mismo que el exterior, el interior estaría en las mismas condiciones. 
―¿Qué miras ahora? ―le preguntó Carmen al ver que su hermana se había quedado absorta observando la entrada.
―¿Qué voy a mirar? ―le contestó dando por supuesto lo que estaba observando―. ¿Es que no te llaman la atención las líneas perfectas de esta pequeña obra? La elegancia de este porche neoclásico. Esas cuatro columnas y sus capiteles de volutas jónicas en perfecto equilibrio sujetando la terraza superior, aunque la balaustrada esté ennegrecida por la humedad y el tiempo. ¿No te recuerda a los personajes de las novelas de Jane Austen?
―Por favor no empieces, que estoy hecha polvo con el palizón del viaje y tú te pones mirar las líneas arquitectónicas del porche… Lo tuyo no es normal.
Laura no estaba bromeando.  Le gustaba lo que veía.  Por primera vez y después de mucho disentir de la decisión de sus padres, Laura sintió que no estaban tan equivocados como ella pensaba y habían elegido acertadamente el alojamiento de sus hijas. Para ellos una residencia de señoritas como aquella les fue preferible a las residencias del campus universitario. Allí las veían más protegidas y seguras de la vorágine de una capital tan variopinta como Londres, donde presentían que muchos peligros podrían acechar a sus niñas durante todo el tiempo de su estancia en Inglaterra; además les habían recomendado mucho la residencia Highgate por su seriedad y experiencia alojando a estudiantes extranjeros y eso les hizo decidirse por ella. Asimismo por ser también un establecimiento sencillo e ideal para presupuestos ajustados.
―Yo no sé tú, pero me da que aquí vamos a vivir experiencias estupendas.
―¡Suelta a Jane Austen y aterriza, tía! ―la increpó Carmen harta de llevar la bolsa más pesada―. Esto pesa mogollón.
 Caminaron hacia la puerta junto a otra chica que viajó con ellas desde Madrid. Lourdes Sanz era también una de las agraciadas con la Erasmus aquel año. Mrs. Rhys-Meyers las estaba esperando en el vestíbulo, mientras uno de los mozos estaba descargando el equipaje de las jóvenes que llevó con un carrito por la parte trasera de la puesta principal. Ellas entraron despacio, todos los alborozos de la llegada se habían convertido en ese instante en silencio. Ahora, junto a seis nuevas chicas esperaban que Mrs. Rhys-Meyers pronunciase unas palabras de bienvenida. No obstante, mientras la dueña ordenaba sus papeles, Laura siguió curioseando la casa mirando discretamente todo lo que la vista le alanzaba. El establecimiento estaba bien mantenido y conservaba el mismo aspecto victoriano y refinado de fuera en el interior. Se fijó en las cámaras con circuito cerrado en la entrada principal y eso representaba más seguridad para todo el mundo. El vestíbulo no era muy grande, aunque sí elegante y comunicaba directamente con unas escaleras con baranda de madera color roble, que seguramente subirían directo a las habitaciones.  
―Señoritas ―dijo una mujer distinguida con voz ronca―, bienvenidas a la Residencia Highgate para jóvenes universitarias… Soy Agatha Rhys–Meyers, dueña y directora de establecimiento.
Laura levantó la mirada para observarla, el tipo de voz la había sorprendido mucho, pues la señora Rhys-Meyers se veía una mujer delicada, clásica en el vestir y muy educada en sus maneras. Sin embargo, su voz sonaba a rayos; con seguridad Mrs. Rhys-Meyers fumaba más que un indio aburrido, pensó Laura dejando escapar una contenida sonrisilla que disimuló con un carraspeo, que no pasó desapercibido para la directora.
―¿Tal vez se ha enfriado en el aeropuerto Miss Vernel?
―Discúlpeme, Mrs. Rhys-Meyers, pero es Bernal. Laura Bernal, si no le importa.
La directora de la residencia consultó inmediatamente sus papeles y comprobó que estaba equivocada.
―¡Oh! Lo siento mucho, Miss Bernal, ¡Qué error el mío! Discúlpeme, pero es normal confundir los apellidos de las residentes, cuando la mayoría de ellas son extranjeras. ―le ofreció sus disculpas mientras corregía el apellido de Laura con un bolígrafo―. ¡Bien, jovencitas! Mrs. Anderson es la gobernanta general. A ella tendrán que acudir en caso de que necesiten cualquier tipo de ayuda y surja alguna necesidad que nosotros podamos satisfacer. Después están Miss Marsan, Miss Bry, Mrs. Reeves y Mrs. Moneymaker, gobernantas de la primera, segunda, tercera y cuarta planta. Por este orden.
Laura miró a las mujeres, Marsan y Bry, aunque serias, parecían afables y gentiles. Reeves era seria también, pero tenía algo en la cara que suavizaba su formalidad, Sin embargo,  Moneymaker tenía un aspecto siniestro, su volumen corporal, su peinado, su persona en general despertó en Laura un recelo repentino hacia aquella mujer. No le inspiraba confianza.
―…Mrs. Sartoretti ―continuaba Mrs. Rhys-Mayers―, es la cocinera y Robin es el mozo. Si necesitan algún encargo y es de naturaleza urgente por un par de libras Robin estará gustoso en conseguírselo. ¡Bien! ―exclamó satisfecha la directora mirando de nuevo los papeles que tenía en las manos―. Las habitaciones como saben son compartidas entre cuatro chicas. Los cuartos de baño están al fondo del pasillo de cada planta y el horario de comedor debe ser respetado estrictamente. Quien llega tarde no come. También los horarios de visitas son inalterables, especialmente de visitas masculinas, las cuales no están permitidas en la residencia a las horas de las comidas, del estudio y/o del descanso… O sea, todo el día, a excepción de los fines de semana que podrán ser visitadas de 10:30 a 12:20 y de 15:30 a 18:00. No se recibe en las habitaciones, para ese propósito están habilitadas dos salas de estar. La biblioteca estará a su disposición desde el primer día de clase, al igual que las salas de estudio. Mi horario de despacho es de 7:30 a 13:00 y de 16:00 a 18:00 horas. Despacho que encontrarán siguiendo el pasillo de la izquierda, sin pérdida ninguna. La residencia está habilitada con tres pequeñas capillas: una anglicana, una cristiana ortodoxa y otra católica romana, junto a una sala de oración musulmana y otra a modo de sinagoga judía. ¿Alguna pregunta? ―concluyó mirando las caras de las jóvenes que la escuchaban atentamente, pero nadie dijo nada―. Entonces dejo en manos de Mrs. Moneymaker la distribución de las habitaciones. Mrs. Moneymaker, si es tan amable.
La gobernanta corpulenta dio dos pasos al frente. Laura pensó que la casa iba a temblar, pero no fue así. Carmen miró a su hermana, ambas pensaban lo mismo: por lo siniestra que resultaba aquella mujer.
―Miss Coney Fleming ―empezó a leer una lista de recién llegadas―, Miss María Salvatore, Miss Eliza Jackson , Miss Antoinette Descaseaux;  primera planta. Miss Patricia O’Malley. Miss Danielle Cathelineau, Miss Ana Veltroni y Miss Mary Southford, segunda planta. Miss Edwina Bauer…
Los nombres se sucedieron y, cómo Laura ya esperaba, ella y su hermana fueron asignadas junto a Lourdes Sanz y otras chicas nuevas a la cuarta planta bajo supervisión de la misma Mrs. Moneymaker.
Subieron por las escaleras portando el equipaje de mano. Se daba por supuesto que Robin, el mozo, subiría las pesadas maletas con toda su ropa y objetos personales más tarde.
Al entrar en la habitación una sensación de agrado invadió a las hermanas que rápidamente escogieron dos camas juntas cerca de la ventana que daba a la calle, estaban amuebladas de forma sencilla y contaban con un lavabo con espejo en caso de necesidad, escritorios para estudiar y guardarropa amplio.   .    
―Como Mrs. Rhys-Mayers les ha comentado. Los baños están al fondo del pasillo; duchas y retretes se comparten en relación de uno a seis. Los turnos los deberán acordar con sus compañeras de planta. Los timbres despertadores sonarán todos los días a las 6:30. El desayuno es a las 8:00. El almuerzo, es a las 12:30, pero es opcional, depende de sus clases, y la cena a las 20:00 horas en el salón común, muy amplio y que encontrarán sin dificultad. Los domingos el desayuno será a las 9:00, el almuerzo a las 13:30, el té a la 17:00 y la cena a la 20:00.  En caso de que sus horarios no se ajusten de ninguna manera a los nuestros disponen de una cocina completamente equipada en cada planta para preparar precocinados y calentar comida rápida.  Existe una biblioteca y dos salas de estudio si desean hacerlo fuera de su habitación, hay material en el sótano, dejado por otras residentes que estudiaban lo mismo que ustedes, señoritas, que podrán usar. Si desean echarle algún vistazo llamen a Robin, él podrá ayudarles en caso que decidan utilizar alguno de los objetos allí guardados. Cualquier cosa pónganse en contacto conmigo que soy su encargada y gobernanta de esta planta. El no cumplimiento de las normas o la trasgresión de los horarios supondrán ser llamadas al orden por Mrs. Anderson y la acumulación de tres llamamientos al orden supone ser llamada al despacho de Mrs. Rhys-Meyers que dispondrá una labor social en la residencia como sanción. La acumulación de tres sanciones severas supondrá la expulsión de esta residencia. ¿Alguna pregunta, señoritas?
―¿Podemos dejar la bola y la cadena fuera en el pasillo? ―inquirió Carmen en español, sabiendo que no la entendería.
―Disculpe, Miss Bernal, no hablo su idioma. Nos entenderemos todos si tiene a bien usar sólo inglés cuando esté en este establecimiento, por favor. ¿Qué decía?
―No tiene importancia, Mrs Moneymaker ―le sonrió la joven―. Por supuesto que usaré el inglés, ha sido un… ¿olvido?
―Bien, las dejo para que se instalen. Recuerden el almuerzo a las 13:00 horas. Hasta luego señoritas. Sean puntuales.
 Mrs. Moneymaker salió cerrando la puerta. Carmen se tiró sobre la que iba a ser su cama y contuvo la risa con la almohada, mientras su hermana remedaba a la gobernanta con su aspecto de matrona y su voz rectilínea paseándose por la habitación con un cojín metido debajo de su camiseta.
―Recuerden señoritas que irán a presidio si no acuden al comedor en… tres… dos… uno… ¡Ahora! Se prohíbe tender bragas y sujetadores en los radiadores y tirar los tampones por la ventana, se prohíbe respirar cuando duermen y sorber la sopa…
 Lourdes comenzó a reírse también, mientras que una joven, que habían encontrado en la habitación ya instalada, las miraba sin entender ni una palabra de lo que decían, pero intuía de lo que hablaban las españolitas.
―Soy Victoria Blackwell, pero todos el mundo me llama Vicky ―las interrumpió para que dejaran de parlotear―, encantada de conoceros. ¿Sois españolas?
―¿Qué tal Vicky? ―contestó Laura ya en inglés―. Sí, las tres. Ella es mi hermana Carmen, ésta que ves aquí muerta de risa es Lourdes, nos conocimos en el avión, ¡vaya coincidencia! Y yo soy Laura. How do you do?
―¡Qué tal? ―rió divertida besándola en la mejilla―. Lo he pasado muy bien cuando imitabas a Mrs. Moneymaker.
―Es que para ser gobernanta de una residencia de tías donde la mayoría no entendemos de muchas formalidades, y se puede decir que estamos un poco locas por los viajes y esas cosas, no te puedes llamar [1]Moneymaker. Ese nombre debería estar prohibido en sitios así. Ya de por si se presta a hacer chistes, cuanto más cuando la ves con su enorme tripa y su voz severa… ¡Me recuerda a una señorita [2]Rottenmaier enorme!
Las carcajadas sonaron de nuevo llenando la estancia.
―No debéis fiaros de las apariencias. Yo llevo aquí tres años y nunca ha sido tan severa como parece… No es una mala persona, cumplidora de su obligación, pero no tan seria y tajante. Mrs. Rhys-Meyer es más severa, si me apuráis.
―Eso es normal ―dijo Lourdes―. Es la directora, debe imponer respeto.
―¿Y qué estudiáis? ―quiso saber Vicky.
―Mi hermana y yo arquitectura. ―comentó Laura.
―¡Qué casualidad! ―exclamó Lourdes―. Yo también.
―Pues parece que nos han elegido de una manera poco arbitraria ―concluyó Vicky sonriendo―. Porque yo también estudio lo mismo.
―¡Eso es genial! ―comentó Carmen entusiasmada―. Podremos ayudarnos las unas a las otras…
―¿Dónde vais a realizar vuestros estudios en la Westminster, la Escuela Bartlett de Arquitectura de la UCL, en la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Kingston, en la Metropolitan o dónde, hay muchos sitios más?
―Tenemos plaza para el segundo curso en la Escuela Bartlett de Arquitectura en el University College London.
Vicky las miró asombrada sin podérselo creer.
―Esto es una señal de las hadas… ¡Yo estudio también allí!
―¡Sensacional! ―exclamó de nuevo Carmen yendo a abrazar a su nueva compañera de habitación con entusiasmo―. Podremos compartir todo. Hasta el transporte. ¿Tienes coche?
―¿Qué más quisiera?  Pero si consigo uno lo compartiremos… Todo menos los chicos ―advirtió Vicky seriamente―. Eso es privado y por unas libras se puede tener un bis a bis cuando encarte… Bueno ya os podréis imaginar…
Las chicas españolas se miraron entre sí sin comprender muy bien qué pretendía insinuar, pero pensaron que si preguntaban dejarían claro que no captaban bien el idioma y por no quedar por tontas se callaron sin indagar en las palabras de la joven inglesa.
―…O podremos formar nuestro particular grupo de estudios ―continuaba hablando Vicky e igualmente las otras no sabían a qué se estaba refiriendo―. Yo soy de Stockport, una ciudad industrial del Noroeste. En el curso que he realizado en la Escuela Bartlett no he podido pertenecer a ninguno de esos grupos de estudio, famosos en esa institución. Hay algunos que es un auténtico prestigio ser uno de sus integrantes y te garantizan un aprobado seguro. Pero entrar a formar parte de ellos es realmente difícil.
―Si eso es así ―manifestó Laura  a continuación―, merece la pena intentarlo.
―Tengo entendido que para entrar a formar parte de uno de esos grupos de estudios, tienes que ser elegida por sus componentes, no los eliges tú, sino ellos a ti. Por tus cualidades, características, conocimientos, calificaciones y brillantez. La verdad, yo no me haría ilusiones de pertenecer a uno de ellos. Son cerrados y muy elitistas.
―Tened en cuenta que nosotras sólo vamos a pasar nueve meses aquí, nada más ―advirtió Lourdes con mucha razón―. Después volveremos a continuar nuestros estudios en nuestro país. Seria una pérdida de tiempo que uno de esos grupos de estudio nos permitiera entrar a formar parte de él y después en poco tiempo perder a uno o más de sus componentes. Comprendo por que son cerrados…
―¡Pero yo  no soy extranjera! ―protestó Vicky―. Y mira, en un año nada. Yo sueño con pertenecer al grupo Lane. El chico que lo lidera, John Lane, está como un queso… y su amigo, Paul McClellan… Un morenito con unos ojos que te dejarían petrificada si te miraran de frente por más de diez segundos y que está tan rico como un yogur.
―Veo que te conoces bien a sus componentes… ―insinuó Laura sorprendida.
―¿En  un curso, darling? ¡Claro que les conozco! Pero estos son high standing con respecto a otros grupos.
―¿Te refieres a que es un grupo de prestigio? ―inquirió Carmen sin comprender muy bien la expresión.
Es el grupo más famoso en la facultad y son prácticamente inaccesibles… Andan siempre rodeados de chicas y he oído que por favores sexuales permiten entrar a algunas en su selecto grupo… Pero ya sabéis ese tipo de chismes corre por los pasillos de boca en boca… Aunque, si así fuera, me vendería enterita en brazos de alguno de esos dos tíos, por pertenecer al grupo Lane.
Las españolas volvieron a mirarse entre sí sin hacer comentarios, pero sus impresiones volaban sin palabras entre ellas después de escuchar a la chica Blackwell hablar de aquella manera un tanto descarada.
―Sería bonito poder romper una tradición como ésa en un país donde todos son tan remilgados...  ―suspiró Laura resignada a no lograr ese propósito―, y no lo digo por ti, Vicky ―sonrió más tarde al comprobar que había hablado de más―. Mírate, llevas un año estudiando en esa facultad e intentándolo y no se han fijado en ti. Así que en nosotras menos. Es de lógica aplastante.
 Un repentino silencio invadió la habitación, las cuatro chicas se quedaron muy calladas, tal vez pensando en una posibilidad tan remota como onírica de lograr algo parecido. El sonido de la puerta las sobresaltó. Era Robin, el mozo, que les traía el equipaje a las nuevas. Llamó someramente y abrió si esperar respuesta.  Las miró sonriente como si estuviera un poco retrasado y depositó las maletas y bolsas en la habitación saliendo rápidamente y cerrando la puerta.
―¡Qué callado es este chico! ―comentó Carmen―. Desde el aeropuerto aquí no ha abierto la boca ni una sola vez ni siquiera ahora, para saludar, al menos.
―No es muy comunicativo, parece algo idiota, si pretendes relacionarte con él, olvídalo. Es sobrino de Mrs. Rhys-Meyers ―comentó Vicky―. Para mí que no está muy bien de la cabeza. Pero tampoco me importa mucho. No es muy guapo que digamos. Si queréis buena compañía, los chicos de la escuela sí que están potentes… Ya lo creo. ¡Hay cada ejemplar!
―¿Dónde ha dicho Moneymaker que estaba el baño? ―la interrumpió Laura sin interesarle el tema para nada.
―Al fondo del pasillo en dirección opuesta a la escalera.
―Gracias, espero encontrarlo libre y sin problemas ―sonrió comprometida―. Si no, la que tendré problemas seré yo… ―musitó de forma disimulada, saliendo de la habitación.






[1] Moneymaker, fabricante de dinero
[2] La señorita Rottenmaier es el personaje de una estricta institutriz de la obra Heidi de Johanna Spyri.

8 comentarios:

Delia Lozano dijo...

Me encanta este capítulo, la residencia me recuerda a los internados de antes. Muy inglés

Klaudia Quiroga dijo...

Me gustan mucho las descripciones que haces, le das mucho juego a la imaginación y eso está bien, los personajes son interesantísimos y muy graciosos también.
Y, de nuevo, la jerga es muy acertada.

Escritora Laura M.Lozano dijo...

De nuevo gracias por el comentario, Klaudia. Las descripciones son tal cual, cuando escribo me gusta se tan minuciosa que me he propuesto que todo sea real... hasta el anuncio de una parada de autobús, por ejemplo, o el kiosco de revista que puede haber cerca de una cafetería o los adornos de una moqueta en un hotel, como fue el caso en otra de mis novelas. Esa minuciosidad, (que no es fácil de conseguir, dicho sea de paso) hace que la historia cobre realidad, una realidad que casi podrías asegurar que está ahí, sucediendo. Ese es uno de los retos más grandes que me impongo al escribir y por lo que dices, parece que lo logro. Me agrada saber que la simpatía de los personajes te gusta. Es otro de mis retos, hacer reír con ellos. Un beso Klaudia.

Bea dijo...

Bueno, despues de leerme otro de tus capítulos... Me encanta!!! Hay una palabra, Alborozo, supongo que quieres decir alboroto, pero vamos, que cada uno escribe como sabe!!! y tambien se puede inventar palabras jajaja!!! Me ha encantado la forma de describir la residencia, el humor de las chicas, e incluso la insinuacion de Vicky hacia los hombretones del aeropuerto!!! Me encantaría leer mas, pero ya es demasiado tarde!! Mañana si puedo me paso a comentarte aunque sea, dos capitulos más!! Yo subiré un capi de el dia del resto de mi vida y me iré a dormir!!! Besos gordos, frescos, sabrosos y llenos de comentario ^_^ Muaks

Escritora Laura M.Lozano dijo...

Hola, Bea, gracias por el comentario me da mucha alegría que te guste de esta manera.
la palabra alborozo existe. te pongo la entrada del RAE:
Alborozo.
(Del ár. hisp. alburúz, y este del ár. clás. burūz, parada militar previa a una expedición).
1. m. Extraordinario regocijo, placer o alegría.
2. m. ant. Extraordinario desorden.
Es muy parecida a alboroto, y en cierta manera significan algo parecido, pero alborozo deja más clara la situación de alegría de las chicas. Ya sabes una cosa más. jejejejejeje. recibidos los besos obesos... Enviados otros tantos. ^0^

Limeña introvertida dijo...

Hola.

Muchas gracias por la explicación de como encontrar los capitulos, que me dejaste en el blog, ya lo había adivinado pero igual gracias.

Ahora tengo algo para ti:

http://retoqueyalgomas.blogspot.com/2011/08/segundo-premio.html

Pásate a ver que es y espero te guste. Un besote desde la fría Lima invernal... brrrrr (eso es un ruido de frío, espero lo parezca :P)

Limeña introvertida dijo...

Ah! y ahora me leo este capítulo!

Anónimo dijo...

Aquí estoy de nuevo :) He tardado en volver, lo sé, pero ya estoy algo mejor y tengo ganas de leer.
En esta frase "Los ingleses viven en esta isla desde hace siglos y todos están...", no sé porqué, se me ha antojado un "vivitos y coleando" xDDD
En algunos momentos observo demasiados adverbios terminados en "-mente". Una vez una chica me dijo que los hispano hablantes solemos abusar mucho de ellos. También en ciertas partes no llega a ser necesario dar tanto detalles, porque son obvios o porque, simplemente, alargar en exceso la frase.

(Esto lo había escrito y guardado hace como dos semanas, así que retomo la lectura en el punto donde lo dejé.)

Algo que me suele crear rechazo es ver los números; cuando estaba en el instituto, al ser de ciencias, tendría a escribir los números como tal y mi profesora de entonces me aconsejó "cuando hagas ciencias, escribe números, cuando hagas lengua escribe palabras".

Uff con tan poca separación entre párrafos es fácil perderse. Un punto y aparte nunca viene mal sobre todo si esperas que los lectores podamos respirar. Que ocurre lo mismo con esas pausas una detrás de la otra o las frases largas. Hay que ajustarlo razonablemente, porque sino la lectura se vuelve atropellada y es como si no vieses el final de la línea.

Juju tantas coincidencias me abruman xD Pues sí que han tenido que ir a parar las cuatro chicas al mismo dormitorio.

La mayoría de esos apellidos no los conocía. Atontada me hallo de intentar entenderlos.

Hay un par de tildes que se te han perdido por el camino: "seria" (como verbo conjugado) y "porque", ambas con tilde.

Ese pensamiento de "querer algo a cambio de algo" está tan generalizado que ya no afecta casi a la cultura/lugar en el que se encuentre. Sí, es cierto que los ingleses son considerados remilgados, y que los franceses son algo cursis y dramáticos. Pero la situación de los grupos de estudio y la evolución de la mentalidad joven, lo hacen ver como el sistema de hermandades estadounidense.

Y de nuevo, al concluir este capítulo, me viene a la memoria la película "Grease". En su momento te lo comenté y sigue ocurriéndome xD No sé porqué será.

Un último apunte: la frase final de Laura la veo más como un pensamiento o interno o en voz baja. Si fuera lo primero, yo lo acotaría con comillas o en cursiva.
Que ése es otro apunte: los pensamientos. No estaría de más ver alguno danzando por ahí, lo más íntimo de un personaje también se ve a través de lo que no expresa verbalmente y que, en una comunicación cotidiana, nos sería imposible adivinar. Así que, es un buen recurso a utilizar.

Bueno bueno, esta historia está empezando ya a cuajar y a tener sus cimientos :) Voy a aprovechar que estoy tan motivada jaja

¡Un saludo! ^^

Que las hadas y musas elijan un capítulo para ti. Con suerte te quedas a compartir esta aventura.


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