—No serías la
primera que se casa con un tío por su dinero después de haberle tendido la
trampa más vieja del mundo valiéndose de todos esos ardides que hay a
disposición de una chica desesperada —comentaba
Chris Pipler mientras pasaba la tarde en una de las salas de la residencia
Highgate en compañía de sus amigas―. Y por supuesto con medios… No es barato
que digamos.
―¿Casarme? —inquirió Vicky Blackwell bastante sorprendida sin comprender muy bien
de qué hablaba Chris con aquella suficiencia que parecía una experta—. ¿Quién está hablando aquí de casarse? Eso son palabras muy
serias, tías.
―Pero, admite que no les haces ascos… —insinuó Debbie
riéndose con aquella risita tonta y vacía de siempre.
—¿Cómo pretendes conservar al tío de tus sueños, ilusa? ¿Te
has mirado en un espejo, tía, o es que de verdad crees que el amor existe? –apostillo
Chris.
—No voy a decir que mi vida haya sido un cuento de
hadas —prosiguió Vicky sin salir de su sorpresa—. Pero claro que el amor
existe… vive arriba, conmigo en el dormitorio. Lo veo cada mañana. Laura ama a
Paul McClellan y él la ama a ella de esa manera tan especial que se puede ver
en ellos cuando están juntos.
—¡Fantasiosa! —se burló Debbie Leonard riéndose de
ella de nuevo—. Tú estás fumá… ¿Crees de veras que John Lane se
casaría contigo? Debería haberse dado el golpe más grande del mundo o estar
completamente chutao para hacerlo con
alguien como tú, tía. Ese niño bien puede aspirar a algo mejor que tú, ¿Es que
no lo ves?
—John no es de esos, ¿qué os creéis?
—Lane es un tío como todos los tíos, que sólo piensan
con la cabeza que tienen entre las piernas—apostilló Chris de nuevo—. Deja ya
de creer en cuentos de hadas y chorradas de esas “…Y se casaron y fueron
felices y comieron perdices”, tonta. A los hombres hay que amarrarlos cortos.
Después de capturarlos, por supuesto.
—Tías… vosotras estáis locas. No voy a ocultar a John lo que soy, ni de dónde vengo. Mis padres son
dos personas trabajadoras de Stockport, no hay porque avergonzarse de eso por
mucho dinero que tenga el padre de John. Toda mi vida he pensado que no
aparecería alguien por casualidad que me dijera que me quiere. Pero John
pareció y me eligió e hicimos el amor en su casa el día de su cumpleaños… ¿Cómo
llamáis a eso?
—¡Flipar! —corearon al unísono las dos experimentadas
diosas de Highgate.
—No tienes nada más que mirarte a un espejo —continuó
Debbie—. Con lo potente que está el tío… Le vi cuando vino a visitar a Laura
Bernal… Mmmm… de veras se hace la boca agua… A ésa si viene a visitarla… No
puedes competir con alguien como Laura… Si perdieras unos kilos, que pareces
una morsa…
—He perdido cuatro este mes…
—¿Vomitando?
—Evitando comer… Ha sido difícil para que nadie se
diera cuenta…
—Eso está bien, tía, seguro que has ganado unos puntos
para ese John Lane… Las chicas de Highgate deben hacer honor a la talla 34.
—Pues yo por mucho que me esfuerce de la 38 no paso —se
quejó Vicky sintiéndose al margen de aquellas dos arpías integrales—. Con el
trasero no sé que voy a hacer para meterlo en un pantalón de la 34… ya me
diréis.
—Si quieres conseguir a tu John seguro que encontrarás
la forma de hacerlo. Tienes que entrar en esa talla. —le sugirió Chris—. La
motivación es fuerte ahora no debes dejarte llevar por el sonido de las tripas…
No existe… sólo está en tu mente. Aunque si logras echarle el lazo a ese John
Lane podrás tener, al menos, un buen pellizco en un divorcio exprés
digno de una pueblerina como tú.
—¡No quiero a John por su dinero! —manifestó alterada por la
insistencia de aquellas dos casquivanas—. Yo estoy estudiando para lograr
abrirme paso como arquitecto. Quiero a John por cómo es… su personalidad me
llena… porque será un gran arquitecto como su padre. Sé que John está
predestinado para mí… y vendrá a mí él solito…
—¡No tienes tú fe! —apostilló Chris escuchándola como si
estuviera delirando—. Tendría que ser sordo, ciego y lo peor, gilipollas, si se
acercara a ti por sí mismo.
—¿Es eso un insulto, Pliper?
—Más que un insulto es un breve dibujo de la realidad,
bonita.
—¡No sé por qué confío en vosotras, sois dos víboras! —exclamó
Vicky enfadada—. La única alegría de mi vida ha sido John… y no quiero
perderle, es lo que más quiero en este mundo. Lo que más deseo es decirle te
quiero y que él me responda lo mismo, hablar con él de mis sentimientos y que
me responda con los suyos… ¿Sabéis qué es eso?
Debbie y Chris se quedaron calladas por un instante ante las
duras palabras de Vicky que las dijo con rígida expresión.
—¿Te acuestas con John Lane? —le pregunto Chris de repente.
Vicky asintió con un gesto llevada del afán de hacerlas
creer que la relación con John era seria y continuada desde el día de la fiesta en King’s Cross. Aunque a ellas les
costaba trabajo creerla, tampoco podían no creerla y la verdad era que Vicky le
ponía encanto a la hora de fantasear a cerca de aquella onírica correspondencia
sentimental. Vicky suspiró embargada por sus propias sensaciones amorosas y al
pensar en John se le llenaba el pecho de ilusión...