La faz lívida de Vicky apareció en la sala de espera de urgencias donde John Lane la estaba esperando. Venía en una silla de ruedas empujada por un celador. John se levantó al verla y fue a su encuentro con rapidez. Vicky no esperaba encontrarse al chico allí esperándola y sintió sus piernas temblar de emoción al encontrarlo frente a ella tan inesperada como sorpresivamente. La miraba sonriente, en su expresión había un gesto de alivio sincero, realmene estaba aliviado porque todo hubiese salido bien y la chica estuviera repuesta.
―¿Cómo te encuentras? ―le preguntó John para ser amable.
―Un poco mareada, pero bien. ¿Dónde están los demás?
―Se marcharon. Han pasado toda la noche en el hospital esperando los resultados y las chicas se fueron para a la residencia conforme mi tío nos contó que estabas fuera de peligro, por lo visto se han jugado una sanción por parte de la dirección… Pero no quisieron marcharse hasta que no supieran que el peligro había pasado.
―Es cierto, las normas en ese lugar son muy estrictas ―comentó preocupada por ellas―. Debieron marcharse antes para evitar la bronca de la urraca.
―¿Urraca? ―dijo sin comprender.
―La directora… es como un pájaro enjuto y feo.
―Menudo penal… ―rió con la comparación―. ¿Nos vamos?
―¿Adónde?
―A casa. Me quedé yo esperándote para acompañarte a la residencia.
―Eres muy amable… ¡Ah! ―continuó al acordarse―. Gracias por llamar a tu tío, ha sido muy amable conmigo.
―No las merece, Vicky. Coincidió que estaba de guardia y eso fue todo. Es el hermano menor de mi padre y todavía le tocan estos marrones de las guardias de cuarenta y ocho horas y esas cosas en el hospital… Está terminando su residencia como cirujano cardiovascular…
―¡Qué interesante! ―sonrió ella levemente aunque eso no le interesaba para nada.
―¿Nos vamos? ―le volvió a preguntar cogiéndola del brazo para que se sostuviera―. Tengo el coche en el parking.
―Por favor… ―le sonrió con una mueca de debilidad pero sintiéndose completamente feliz por aquel desenlace de la noche. John esperándola y su coche a su disposición para regresarla a casa. Jamás hubiera soñado que eso podría hacerse realidad. Pero fuera como fuera se sentía completamente feliz.
El Audi-A-3 era muy confortable. Para Vicky era el coche más confortable del mundo. El olor que desprendía el nuevo ambientador que había colocado John para el día en que salió con Laura le gustó, su aroma a pino llenaba el vehículo y a ella le encantaba. Relucía limpio por dentro y por fuera y estaba para ella. Al acercarse se sintió como una princesita de cuento cuyo príncipe azul la sube en una carroza real y la lleva a su palacio para casarse con ella. Vicky se sentó en el asiento del copiloto y John le abrochó el cinturón de seguridad para que ella no se molestara. Al cruzarse por delante y tenerle tan próximo su corazón se aceleró. Nunca le había tenido tan cerca como en ese momento y de una forma fortuita… Suspiró agitada y no volvió la cara sino que se quedó mirando de frente con el rostro de John al lado del suyo, viéndole, percibiéndole, oliéndole... Todo en él era maravilloso, perfecto, arrebatador. La cercanía del muchacho desencadenó una serie de sensaciones que se acercaban mucho a un éxtasis, no necesitaba mucho más, su mente hacía el resto.
―¿Estás bien? ―le preguntó él mirándola cara a cara, La notó rara.
Vicky creyó derretirse por dentro. Hizo un esfuerzo por controlar sus impulsos de besarle pero su nerviosismo era incontenible y se apoderó de ella que impulsivamente le besó la mejilla.
―¿Y eso? ―sonrió él tocándose la carrillo.
―Te estoy agradecida por todo lo que has hecho por mí hoy, John.
―No tiene importancia… ―sonrió de nuevo―.Tú harías lo mismo por mí.
―Lo mismo y mucho más… No lo dudes.
El chico le sonrió por unos segundos en los que trató de comprender la verdadera intención de aquellas palabras que habían surgido de los labios de la chica espontáneamente. Después dio la vuelta y se acomodó delante del volante ajustando su cinturón de seguridad y poniendo el motor en marcha. El Audi rugió tras los acelerones que ocasionó John para oír el ruido del motor, le gustaba hacerlo cada vez que lo ponía en marcha. Salió del parking y condujo despacio por la calle Gower. Durante unos minutos los dos permanecieron callados. John miraba a la chica de reojo cuando el tráfico se lo permitía y ella no hacía menos con él, creía estar en un sueño y no quería despertar de él...