El
alfanje de Abd al-Rahmān
Como cada mañana Sara llegó a la facultad llena de un ímpetu renovado con el
aliciente de su nuevo cometido. Estaba llena de ilusión y se sentía útil,
además de estar ansiosa de poner sus conocimientos sobre la Ciudad Áulica a
disposición de todas las necesidades que se planteasen en aquel fantástico proyecto.
Deseaba más que nunca encontrarse con el profesor Hidalgo y hablarle de la suerte
que había tenido siendo elegida para colaborar en uno de los eventos más
importantes con que se comenzaba la andadura del nuevo milenio en la ciudad
califal. Saludó a varios compañeros, pero no estaba interesada en pararse a
tener tertulias de pasillo, hablando de las marchas que harían acá o allá, ya
que la fiesta de la Cruces de Mayo se acercaban y la mayoría de los jóvenes ya
tenían sus planes hechos, a no ser que los exámenes se los estropearan; pero la
gran mayoría siempre encontraría un hueco para disfrutar de una o dos noches en
las Cruces, los Patios o en la esperada Feria de Mayo.