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REMES

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Red mundial de escritores en español

sábado, 28 de mayo de 2011

Una Erasmus para Laura - Capítulo 44


Mientras subían en el ascensor Paul iba echado sobre el panel del fondo de cara a la compuertas con las manos metidas en los bolsillos de sus jeans, la idea de encontrarse con su padre no le entusiasmaba demasiado, había algo dentro de él que le inquietaba, tanto, que el motivo real de haber ido hasta allí se le había olvidado transitoriamente en aquel momento, pues pensaba que aquella no era la forma en que él había deseado que su padre conociera a Laura. Pero los acontecimientos se impusieron de tal forma que ya era imposible evitar el encuentro. John volvió a su mente. La idea de saberle entre rejas le traía una sonrisa diabólica de deleite a sus labios, no podía negarse a sí mismo que estaba disfrutando con aquello, pero John había estado buscando algo así toda la mañana tal ver con la intención de hacer ve a Laura que podía hacer lo que le diera la gana y salir impune burlando a la pasma. En definitiva estuvo haciéndose el gallito y al gallito le habían desplumado y eso era lo que satisfacía a Paul inevitablemente. John recibió aquella mañana una bofetada sin mano, pero era lo que se merecía.
 Todos iban en silencio con una sensación de haber escapado del peligro en sus cabezas que se acrecentaba de una forma desagradable a medida que llegaban a su destino. Todos podían estar en dificultades, Estuvieron en peligro, un peligro real y nadie, excepto Paul, había previsto nada. Por eso Paul pensaba que John había sido idiota, siempre tan perdonavidas y pendenciero, haber metido al grupo en semejante bulla, sin trazar un buen plan de retirada en caso de necesidad, era la mayor imprudencia que John cometió al exponer a las chicas a la trifulca estudiantil. Tal y como los acontecimientos habían demostrado. La oportunidad de escapar de semejante reyerta se había presentado como por arte de magia y Paul sin dudarlo la tomó por la seguridad de las chicas sobre todo; en ningún momento se había dejado de sentir responsable de ellas. Ahora, tras la charla que se imponía con los padres de John y Ritchie, las acompañaría hasta la residencia para mayor tranquilidad. Miró a Laura, ella venía distraída, inmersa en sus pensamientos, cualquiera que fuesen. Paul retomó los suyos. La idea que tenía del momento en que su padre conociera a su novia. Nada era parecido a lo que había imaginado, nada. Sus ideas eran otras distintas por completo, donde el buen gusto hubiera prevalecido en el ambiente de un cóctel o una cena en casa o cualquier cosa similar.  Pero ahora iban como verdaderos desarrapados de los empujones, tirones, revolcones y caídas en los altercados. A George le habían roto la camisa y a él le habían medio arrancado una manga del chaquetón, además estaban despeinados, sucios y sudorosos de las carreras que habían dado para escapar del tumulto, y no olían precisamente a rosas ninguno de ellos. Pero no presentarle a Laura le parecía una grosería que ella se podía tomar a mal. Así que decidió hacer la vista gorda sobre todo el estado de las ropas que les ataviaba y seguir con la intención de hablar con los padres de John y Ritchie antes de que pasara más tiempo. Después ya vería qué inventaría para mejorar la situación...

jueves, 19 de mayo de 2011

Una Erasmus para Laura - Capítulo 43


George marcaba el número del móvil Paul, ya por cuarta vez, el caso era que daba llamada, pero Paul no contestaba. Mientras John, Ritchie y Bob “dedos de goma” preparaban una pancarta que habían fabricado para meterla sin problemas en el maletero del coche de John y trasladarse al centro de la ciudad para participar en la manifestación de estudiantes. No pensaban que fuera muy ortodoxo llevarla a mano en el metro hasta el centro, aunque peores cosas se habían visto en el suburbano, sobre todo con los sucesos del 7 de julio de 2005. Ahora el ambiente en Londres estaba demasiado alterado por las protestas, que ya se alargaban por más de una semana, y quienes tenían todavía en la memoria el pánico de aquel día de julio pensaría, con toda posibilidad, que  alguien se  podía aprovechar de las revueltas y la liarla dentro de un tren a varios metros bajo tierra de nuevo.
A John, en concreto, le daba pavor que algún día volviera a suceder de nuevo algo catastrófico como lo que le tocó vivir aquel día en la Línea Circular. Ambos habían subido al tren en King’s Cross y se dirigían a Paddington, donde vivía uno de sus mejores amigos, Stuart Clifford, un chico brillante, de una inteligencia extraordinaria y un talento increíble para las Matemáticas y el Dibujo Técnico. Alfred Lane, el padre de John, siempre le había admirado y esperaba que Stu fuera a la universidad junto a John y alcanzara una licenciatura cum laude en Arquitectura o en Ingenierías, pues descubrió una capacidad innata en él que le apuntaba como un talento fuera de lo normal en ese ámbito. A Stu no parecía disgustarle la idea y estudiar junto a John y los demás chicos, de los que era amigo también; le entusiasmaba muchísimo. De momento estaban en el colegió estudiando secundaria y aquel verano disfrutaban de sus vacaciones como cualquier otro adolescente en Londres. Aquella mañana Stu había olvidado su bolsa de deporte en casa donde guardaba la raqueta de paddle que iba a necesitar para jugar el partido que habían programado. Habían alquilado una cancha en un gimnasio para las 10:00 e iban justos de tiempo cuando fueron conscientes del olvido de Stuart.  El grupo se dividió precisamente en la estación de King’s Cross, donde el resto de los chicos iban a esperar a que Stuart, acompañado de John, regresaran para entrar en el gimnasio juntos. Ocho minutos después de que el tren abandonara la estación de King’s Cross sucedió todo…  John tuvo suerte y salió prácticamente indemne, un poco chamuscado, transitoriamente sordo y con heridas superficiales durante un tiempo, cortes y magulladuras sin importancia en su mayor parte y, aunque fue hospitalizado, fue dado de alta aquel mismo día. Pero Stuart, que iba delante de él, le sirvió de parapeto, recibiendo el golpe mortal de la onda expansiva. Hospitalizado en estado crítico, víctima de la explosión, en el Ormond Hospital, no pudo superarlo y falleció a los pocos días...
  

miércoles, 11 de mayo de 2011

Una Erasmus para Laura - Capítulo 42

 Paul detuvo su Mini unos metros más abajo de la entrada principal de la residencia Highgate, desconectó el motor y apagó las luces. No se sentía muy bien, se quedó pensativo inmerso en los hechos que habían acontecido durante la mañana. La ruptura con Jane no había resultado algo fácil para él, a pesar de todo, sentía cariño por ella y no había disfrutado con  aquello. La creía rota por la pena y gimoteando a mares, sin saber cómo consolar su abandono y eso le resultaba poco agradable y nada grato teniendo en cuenta el tiempo desde que la conocía. Sus padres, amigos de los suyos desde… ¿siempre?  Era la primera vez que se lo planteaba de esa manera y el resquemor de un vago sentimiento de traición apareció en su corazón. Conocía a los Archer desde que podía recordar y a Jane… ¡puff! De repente se le vino a la cabeza una imagen de la niña pelirroja y con pecas y trenzas con una ortodoncia en la boca y un carácter de mil demonios, siempre protestando y exigiendo todo lo que quería… ¿Cómo no se había dado cuenta de que Jane siempre había sido de aquella manera tan superficial y vanidosa durante toda la vida?  Al pensar en eso se encontró mejor y el sentimiento de traición desapareció rápidamente. Sin embargo, no se sentía muy satisfecho de lo que estaba pasado, sobre todo de lo que Mike había hecho amparándose en su nombre… Era lo que más le preocupaba y al pensarlo, no podía evitar notar algo parecido a asco por la forma en que Mike se estaba valiendo de la situación, no obstante era su hermano, pero eso no lo justificaba.  La idea de que al menos, a partir de ese día, las cosas cambiarían, le relajó bastante. Se había acabado todo, y con eso los abusos de su hermano ya se habían terminado para siempre. Ahora, era de primordial importancia lograr que nunca se conociera la fechoría de Mike y que las cosas volvieran a la relativa normalidad, pues con John y Jane enfadados se podría esperar cualquier cosa. Pero le daba seguridad saber que una vez concluida su relación con Jane, Mike no podría acercársele, mintiéndole y beneficiándose de ella, de su ignorancia y de su confianza.  Por muy vanidosa que fuera, por muy inconstante, insolente e insubstancial, Jane no merecía algo así. Merecía la verdad. Pero decir la verdad significaría arriesgar a perder demasiado, para él, en concreto, perderlo todo, incluso a Laura, a quien amaba cada día más.
 Con tan sólo pensar en ella, la confusión se le esfumó de la mente y al fin salió del coche dispuesto a visitarla. En la recepción de la residencia dio su nombre y preguntó por Laura, fue conducido a una sala donde espero unos minutos a que bajara, pues estaba avisada después de que él la llamara por teléfono para decirle que iría a buscarla para dar un paseo.
Laura apareció después de unos minutos en los que Mrs. Anderson contempló a Paul rozando el descaro, analizando sus movimientos mientras esperaba y mirando sus facciones.  Laura entró y ambos se saludaron con un beso del que fue testigo la subdirectora de la residencia sin reparar en ningún tipo de recato...

miércoles, 4 de mayo de 2011

Premio "Gracias"

¡¡¡Nuevo premio!!!
 Por obra y gracia de Kate, ...Pero no la Middleton, que es la que está ahora de moda, 
sino nuestra excpecional Kate, la autora de http://minimundoss.blogspot.com/ ese estupendo blog donde podemos disfrutar de sus minihistorias, a cual mejor y más interesante. 
¡Gracias!
No me cansaré de decir que tu blog me encantaaaaaaaaa.

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Ahora seis cosillas que me hagan sonreír.

¡Vamos allá!

1.- Un buen libro con una buena historia.
2.- Cuando mi familia me mima.
3.- Una buena salida o frase ingeniosa.
4.- Cuando lo que planeo sale a pedir de boca.
5.- Cuando escribo algo y me gusta muchísimo porque ha sido plasmado tal cual lo he visto en mi mente.
6.- Los logros de mis hijos.

Ahora tres que me borren la sonrisa.

 1-. Cuando recuerdo a los que no están
2.- La maldad, la soberbia, la codicia de este mundo...
3.- Saber que nunca lograré saberlo todo lo que hay que saber y lamentar que lo poco sé se perderá cuando ya no exista.

Ahora pasamos a premiar a los nominados.
And the winners are...


Que las hadas y musas elijan un capítulo para ti. Con suerte te quedas a compartir esta aventura.


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